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Antes de convertirme en madre, mis mañanas estaban cuidadosamente estructuradas; seguía mis rituales casi religiosamente. Estos días, desde que mi hija se despierta incluso antes de que el mundo comience a moverse, he tenido que soltar esa precisión. Mirar por la ventana y observar intencionalmente cómo se mueven los árboles se ha convertido en mi ritual invisible. Hay algo profundamente calmante en ello, un recordatorio silencioso de que todo está como debe estar. No importa lo que traiga el día, los árboles siempre están ahí, firmes y arraigados. Su presencia me da una sensación de seguridad, de quietud dentro del movimiento. Es un momento tan simple, y aun así me reconecta conmigo misma, con esa paz interior que es tan fácil perder en el ajetreo de la vida cotidiana.
Terminamos nuestra casa soñada hace un año y nuestra intención fue clara desde el principio: crear un espacio que sirviera como un lienzo blanco para el arte, el diseño y la vida misma. Mi pareja es un verdadero amante y coleccionista del diseño, y creo que sus hallazgos completan perfectamente nuestro hogar y reflejan las personalidades de ambos. El espacio se siente como una conversación constante entre los dos.
La luz es la arquitecta invisible aquí. Gracias a las grandes superficies de vidrio y al atrio central, la casa está llena de luz natural durante todo el año. Al estar rodeada de naturaleza, a menudo me sorprendo observando cómo las sombras se mueven y cambian con cada estación. Es como un ritmo silencioso que conecta el interior con el exterior. Esta conexión con la naturaleza me da una profunda sensación de calma, una sensación de libertad y ligereza que me nutre constantemente.
Pasamos todo el verano viviendo afuera, en nuestro jardín. Cuando el otoño empezó a acercarse, tuve un momento tierno, casi nostálgico, al darme cuenta de cuánto extrañaría la fruta recién cosechada, el aroma de las hierbas y las rosas, las duchas al aire libre, los pies descalzos sobre el césped y esa sensación silenciosa de libertad.
Luego el otoño llegó de verdad, y de repente pude ver las colinas con más claridad a través de los árboles desnudos. El jardín recibió nuevos visitantes: pájaros y ardillas que venían a alimentarse, y me descubrí enamorándome del olor a leña quemada. Mis sentidos se están ajustando ahora a ritmos diferentes, nuevas sensaciones que moldean la manera en que percibo el mundo y mi vida interior. El jardín sigue enseñándome que, al igual que en la naturaleza, la vida también sigue un plan mayor. Lo viejo debe caer para que algo nuevo pueda comenzar a crecer.
Siempre me ha fascinado el mundo interior de los niños y la manera en que sienten y experimentan las cosas. Estoy muy agradecida de haberme convertido en madre; me ha transformado de muchas maneras. He dejado atrás mis ideas preconcebidas sobre quién se supone que debo ser, y siento que este cambio se refleja en la forma en que creo. Intento trabajar de manera intuitiva, sin buscar validación externa. Además —como ocurre con todo padre o madre—, la maternidad ha cambiado por completo mi percepción del tiempo, y estoy aprendiendo a ser más eficiente e intencional en todo lo que hago.
Le diría: pide ayuda y date tiempo. No seas demasiado dura contigo misma. Darme cuenta de que no necesito participar en cada proyecto creativo para nutrir mi creatividad ha sido un gran alivio. Ya sea cocinar o simplemente jugar con mi hija, todos esos momentos pueden estar guiados por mi creatividad.
En cuanto a mi vida profesional, he aprendido que no puedo crear sin un tiempo de soledad adecuado. Necesito espacio para mis pensamientos, así que pedir ayuda y reservar ese tiempo fuera del ámbito familiar es absolutamente esencial.
Muchas gracias, estoy realmente contenta de escuchar eso. En mi trabajo, siempre intento llevar la atención hacia la mujer misma, añadiendo un toque de estilo refinado y consciente. Soy el tipo de mujer que, cuando encuentra la prenda adecuada, compra dos más en colores diferentes y las usa durante años. Intento eliminar distracciones, y la comodidad es siempre mi prioridad. Desde mi perspectiva, cuando encontramos prendas en nuestro armario que realmente se sienten como hogar, nuestra personalidad tiene espacio para brillar.
Mi madre es la persona más amable del mundo. Gracias a ella, siempre he aprendido a ver lo bueno en las personas, algo que ahora considero un verdadero regalo. En general, he tenido la suerte de estar rodeada de mujeres cariñosas, empáticas y solidarias a lo largo de mi vida, y cada una de ellas me ha enseñado una pieza del rompecabezas que conforma quién soy y cómo creo.
Soy minimalista en casi todos los aspectos de mi vida, y lo mismo ocurre con la belleza. No creo en rutinas complicadas ni en experimentar sin fin. Prefiero confiar en unos pocos productos de alta calidad en los que realmente confío.
Con ROWSE, he descubierto que la simplicidad puede ser increíblemente poderosa. Los productos se sienten puros e intencionales, exactamente lo que mi piel necesita. Este tipo de cuidado me da una sensación de equilibrio y calma. Para mí, la belleza y el autocuidado tienen que ver con sentirme a gusto en mi propia piel: conectada, enraizada y auténtica.
Aún no he llegado del todo al punto de dedicar tanto tiempo al autocuidado como me gustaría, pero cada vez que uso los productos de ROWSE siento que realmente he hecho algo por mí. Hay algo en las texturas, los aromas y la simplicidad que me ancla al instante. Los Boosters, especialmente, me dan esa sensación extra de indulgencia, un pequeño ritual que se siente casi como una recompensa. Después de usarlos, siempre siento una confianza silenciosa, sabiendo que mi piel está profundamente nutrida y luminosa. Y realmente funciona: mi piel irradia cada vez.