Rodeado de olivos centenarios que conviven con higueras y plantas aromáticas como el romero, el tomillo, la lavanda, la verbena y la albahaca, es un festival de colores, olores y texturas y sonidos que invitan a reconectar con la naturaleza y a renovar cuerpo y mente. Un lugar de calma en el que dejarse llevar por los sentidos, caminar descalza sobre la tierra y vivir en sincronía con el paso de las estaciones. Hacer leña en invierno, recoger el agua de la lluvia en primavera, cocinar al aire libre en verano y en otoño, reunir a familia y amigos para recolectar las olivas con las que luego elaboran su propio aceite: L’Oli de L’Oliveta. “Siento que aquí no hace falta mucho más”, explica Nuria. “Lo importante es estar presente. Conectar con la naturaleza y conmigo misma. No quiero perderme ni un amanecer ni un paseo con mi hija al final del día, cuando las plantas dejan ir sus olores. Para ella, y también para nosotros, es un lugar fantástico en el que explorar y aprender. Es pura inspiración.”