Nací en París y me crié en el norte de Francia. Hice una licenciatura en economía y gestión y, durante algún tiempo, pensé que tendría una vida clásica de oficina. Pero me encanta viajar desde niña, así que mi verdadera pasión volvió rápidamente. A los veinte años me mudé al otro lado del planeta y viví cuatro años en Sydney, Australia. Me quedé completamente alucinada con la naturaleza, y también me enamoré del estilo de vida. Fue allí donde comencé mi viaje hacia el bienestar y el pilates. 

En Sydney había estudios de pilates por todas partes, así que fue inevitable probar. La primera práctica me fascinó. Fue como despertar algunas partes de mi cuerpo que nunca antes había sentido. La sensación de volver a conectar con mi cuerpo y trabajar profundamente mis músculos fue simplemente mágica. Empecé con clases de pilates reformer y me di cuenta de que la esterilla también era muy potente. Estar de pie y moverse de lado a lado en la esterilla es mucho más divertido y eficaz.

En pocas palabras: mi energía está de vuelta.

Es moderna y dinámica. Me permite que conectes tu cuerpo y tu mente mientras trabajas tus músculos, la alineación y la postura. Siempre creo nuevos flujos de pilates para mantener la tensión la práctica. Nunca es aburrido, sino divertido y energizante.

El pilates es una práctica muy bonita que puedes hacer siempre. Es una práctica de bajo impacto que te ayuda a tener una columna vertebral más sana y a sentirte más fuerte. Al ayudarte con la alineación de tu cuerpo y activar tus músculos y articulaciones a un nivel profundo, notas mejoras en tus actividades diarias, desde caminar hasta subir escaleras. Te ayuda de cara a otras actividades físicas como correr, y también ayuda cuando tienes algún tipo de lesión.

Tengo una mejor postura y en general, me siento mejor en mi cuerpo. Me siento alineada y mucho más conectada con él. También me siento más fuerte y con los pies en la tierra. Cada día para mí es un “puedo con ello”.

Compartir y cuidar. Dar y recibir. Tener compasión y amor por los demás. Cuando doy una clase, la veo como una experiencia compartida entre mis alumnos y yo. 

Me encanta correr y hacer senderismo. Salir al aire libre y entrar en contacto con la naturaleza de forma activa es estupendo. También me encanta la comida y quiero aprender más sobre cocina.

Me despierto y me encanta prepararme el café en casa. Luego me gusta darme un capricho y paso 10 minutos masajeándome la cara con mis aceites favoritos. Me ayuda a desinflamar y marca una gran diferencia en mi piel.

De nuevo, mi rutina de cuidado de la piel mientras escucho música tranquila. ¿He dicho ya que me encantan los masajes faciales?